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De un vistazo

Compuesto: 1974

Orquestación: flautín, 2 flautas, 2 oboes, corno inglés, 2 clarinetes, clarinete bajo, 2 fagotes, contrafagot, 4 trompas, 4 trompetas (todas = fliscorno),
4 trombones, tuba, timbales, percusión (campanas, carillón, conga, platillo suspendido, batería, mandíbula, marimba, pandereta, triángulo, vibráfono), arpa, piano, guitarra eléctrica y cuerdas.

Primera actuación de la Filarmónica de Los Ángeles: 17 de febrero de 2019 dirigida por Thomas Wilkins

Sobre esta pieza

Se podría decir que la colaboración es la esencia del jazz. Incluso la obra de Ellington Three Black Kings, su última composición, lo demuestra a su manera. Ellington casi había terminado la pieza antes de morir. Pero rara vez escribía las notas finales de una composición hasta el día del estreno, dejando que su hijo Mercer, director de orquesta y compositor de éxito por derecho propio, adivinara cómo debía terminarse finalmente. El gran compositor y arreglista Luther Henderson orquestó una versión que Mercer estrenó en un concierto de homenaje a su padre en 1976, en el que la Primera Dama Betty Ford dio los compases finales. Alvin Ailey coreografió un ballet para acompañar la pieza, que su compañía interpretó a lo largo de la temporada 1976/77. Y Maurice Peress, amigo de Ellington desde hacía mucho tiempo y muy apreciado en director de orquesta, acabó por adaptarla para orquesta sinfónica. Hicieron falta muchas manos para crear la pieza tal y como la conocemos hoy.

Concebida (en palabras de Mercer) como un "elogio a Martin Luther King, Jr.", Three BlackKings continúa la serie de piezas narrativas de Ellington a gran escala sinfónica, una serie que incluye Black, Brown, and Beige (1943), Harlem (1950) y Night Creature (1955). Atravesando siglos, cada movimiento capta la profundidad psicológica de su respectivo tema. El primero, que representa al rey Baltasar (el rey negro de la Natividad), presenta sonidos de percusión propulsivos que explotan en melodías exóticas y encantadoras en las cuerdas. La segunda, de carácter episódico, fluctúa entre las cuerdas sensuales acompañadas por el arpa y los pasajes optimistas que recuerdan a la orquesta de jazz de Ellington, y evoca el gusto del rey Salomón por el amor más que su legendaria sabiduría. La tercera, con influencias del gospel, completa con sutiles ritmos de pandereta, es un adecuado homenaje al propio Reverendo Doctor King, un hombre que, como dijo Nina Simone en su propio elogio musical, "había visto la cima de la montaña, y sabía que no podía detenerse, viviendo siempre con la amenaza de la muerte por delante." - Douglas Shadle