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Compuesto: 1924

Duración: 9 minutos

Orquestación: 2 flautas, 2 oboes, 2 clarinetes, clarinete bajo, 2 fagotes, 3 trompas, 3 trompetas, 3 trombones, tuba, timbales, percusión (bombo, platillos, glockenspiel, gong, caja, triángulo), cuerdas y solo. piano

Sobre esta pieza

El deseo de Gershwin de emplear el jazz en un contexto más serio del que generalmente había sido objeto se manifestó al principio de su carrera. Pero al escribir una ópera en un acto Blue Mondaya principios de los años veinte, se impuso una tarea que le superaba. Aunque Lunes fue un fracaso, la obra sirvió para que las velas del compositor tomaran un rumbo serio. Al ver la ópera, el director de orquesta Paul Whiteman quedó lo bastante impresionado como para encargar a Gershwin que escribiera una pieza de concierto en el lenguaje del jazz para un programa de música americana que pensaba presentar, y Gershwin, aunque al principio se mostró reacio a aceptar lo que consideraba un reto demasiado difícil, se animó a aceptarlo. Como explicaría más tarde: "Fue en un tren... cuando de repente oí -e incluso vi en el papel- la construcción completa de la Rhapsody in Bluede principio a fin. La oí como una especie de caleidoscopio musical de América, de nuestro vasto crisol de razas, de nuestro inigualable entusiasmo nacional, de nuestra locura metropolitana. Cuando llegué a Boston, ya tenía una idea definida de la obra, a diferencia de su contenido real".

Rapsodia se presentó el 12 de febrero de 1924, con el compositor como solista en la orquestación de Ferde Grofé para banda de jazz. La pieza dejó una huella indeleble en la historia de la música estadounidense, en la fraternidad de compositores e intérpretes serios -muchos de los cuales estuvieron presentes en el estreno- y en el propio Gershwin, ya que su entusiasta acogida le animó a emprender otros proyectos más serios.

Empezando por ese incomparable y flamante solo de clarinete, Rapsodia sigue siendo irresistible, con su vibración rítmica sincopada, su estilo abandonado e insolente que cuenta más sobre los locos años veinte de lo que podrían contar mil palabras, y su genuina belleza melódica teñida de un azul profundo y jazzístico por las séptimas y terceras bemoles. -Orrin Howard