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De un vistazo

Compuesto: 1954

Duración: c. 16 minutos

Orquestación: 3 flautas (3ª = flautín), 3 oboes (3ª = corno inglés), 3 clarinetes (3ª = clarinete bajo), 2 fagotes, 4 trompas, 3 trompetas, 3 trombones, tuba, percusión (timbales, caja, pandereta, platillos, bombo, tam-tam, campanas, glockenspiel, xilófono), arpa, piano, celesta, y cuerdas.

Sobre esta pieza

El compositor, teclista y pedagogo venezolano Evencio Castellanos Yumar (1915-1984) es considerado uno de los músicos más importantes del siglo XX en su país. Nacido en Cúa, a las afueras de Caracas, su padre, organista de una iglesia local, le enseñó a tocar el órgano y el armonio. Amplió su formación en la capital, donde estudió piano en la Escuela Superior de Música de Caracas y composición con Vicente Emilio Sojo, figura cumbre de la música venezolana, considerado uno de los fundadores del moderno estilo nacionalista venezolano. Este estilo pretendía mezclar la música popular bailable de raíces coloniales con las influencias musicales y folclóricas indígenas y africanas. Como describe el venezolano director de orquesta ene Wagner, "formas musicales europeas como la mazurca, el vals, el minué y la polca fueron acogidas por la cultura venezolana, absorbiéndolas y, de este modo, produciendo su propia y distintiva voz expresiva".

Castellanos adoptó este estilo nacionalista al tiempo que centraba gran parte de su trabajo en la música sacra, quizá debido a sus primeros años en la iglesia. Castellanos dejó una influencia duradera en una generación de músicos que le seguirían como director de la Escuela Superior de Música de 1965 a 1973 y como fundador y director del Collegium Musicum de Caracas y de la orquesta de la Universidad Central de Venezuela. Entre sus alumnos más destacados se encuentra José Antonio Abreu, fundador de El Sistema, a quien enseñó órgano y clavicémbalo.

Santa Cruz de Pacairigua, que le valió al compositor el Premio Nacional de Música, fue escrita en 1954 para honrar la construcción de una pequeña iglesia cerca de Caracas. Castellanos estructuró la obra como una suite sinfónica en tres partes sin interrupción. Característica de las influencias musicales del compositor, la pieza hace alusión musical a las melodías folclóricas, a los ritmos populares de baile e incluso a los villancicos medievales. La línea de trompeta solista que abre la obra establece inmediatamente el tono festivo, al que pronto se une un ostinato agitado en las cuerdas y la percusión. La sección lírica del medio ofrece momentos de solemnidad religiosa y reflexión -aunque los motivos de danza fluyen y refluyen a lo largo de la obra- antes de que los temas y sonidos festivos regresen para un clímax final.