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De un vistazo

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Compuesto: 1773

Duración: 24 minutos

Orquestación: 2 oboes, 2 fagotes, 4 trompas y cuerdas

Primera actuación de la Filarmónica de Los Ángeles: 17 de diciembre de 1942, John Barbirolli dirigiendo

Sobre esta pieza

"Probablemente todavía es un concepto popular erróneo que muchas de las grandes obras [de Mozart] datan de la juventud temprana - pero si bien es cierto que hay destellos de inspiración en muchas de las primeras obras, la primera que tiene una base firme en el repertorio moderno es la... Sinfonía en sol menor, K. 183, escrita cuando tenía diecisiete años. Sin embargo, la sombra del "prodigio de Salzburgo" ha llegado a atormentar a dos siglos de niños con talento musical y a las tapas de las cajas de chocolate".

-- John Stone, en The Mozart Companion, editado por H. C. Robbins Landon (Borders Press, 1990)

Esta "firmeza" se consiguió, en parte, gracias a la concepción de la época romántica de la K. 183 como furiosa y atípica, como una explosión de los límites de los putativos dictados clásicos de supresión de las emociones más oscuras y de dedicación al "estilo" por encima del sentimiento. Pero, ¿por qué tan enfadado, joven Wolfgang? Algunos biógrafos, con poco o ningún fundamento, sugieren una relación amorosa malograda que precedió a la composición de la K. 183 en Salzburgo en el otoño de 1773. Sin embargo, no es en absoluto una conjetura el hecho de que entre 1770 y 1773 Joseph Haydn produjera un trío de tempestuosas sinfonías en clave menor. A dos de ellas se les ha puesto apodos pintorescos, "Luto" a la nº 44 en mi menor, "Despedida" a la nº 45 en fa sostenido menor; la tercera, sin sobrenombre y por tanto menos conocida, pero quizá más pertinente para el tema que nos ocupa, es la nº 39 en sol menor.

Mozart fue un gran estudiante de las sinfonías de Haydn, y el Sol menor de este último debe haber servido como modelo para la primera de las dos sinfonías del joven compositor en esa tonalidad oscura (la segunda es, por supuesto, la superfamiliar Nº 40, K. 550, que data de 1788), sobre todo por su partitura para cuatro trompas en lugar de las dos habituales de la orquesta clásica. El cuarteto de trompas - un par en Si bemol y Sol - se emplea en K. 183 para añadir peso a la sonoridad general y, lo que es más importante, para proporcionar las texturas cromáticas prácticamente imposibles de conseguir con el instrumento sin válvula de la época.

La Sinfonía se abre con una espléndida y teatral caída de séptima disminuida, preludio de un drama que se desarrolla como las escenas de tormenta de las óperas de la época. Se trata de una música tensa y concisa, marcada en
por feroces síncopas, silencios premonitorios y una poderosa línea de bajo, esta última empleada con fines melódicos y no como mero acompañamiento. El Andante que sigue es de nuevo operístico, pero esta vez en forma de aria, que destaca por las dulces y tristes apoyaturas de los primeros compases y los diálogos para violines (silenciados) y fagotes que siguen.

El minué está muy lejos del salón de baile: un asunto severo y contundente, anunciado por las octavas desnudas de la orquesta completa, con el alivio que viene en forma de un trío suavemente rústico, anotado para la banda de viento. En el final, el compositor vuelve a la atmósfera impulsada y agresiva del movimiento de apertura, intensificado aquí por una compresión aún mayor y cambios dinámicos precipitados.

-- Herbert Glass es un locutor y editor en inglés del Festival de Salzburgo. Contribuye a numerosas publicaciones periódicas en los EE.UU. y Europa.